En el transcurso del último año, cuando la inteligencia artificial (IA) y sus infinitos tentáculos han terminado colonizando múltiples aspectos de nuestras vidas, muchos no han podido evitar recordar, por sus cualidades inquietantemente proféticas, una película, Her, que hace ya más de una década retrató de manera excepcionalmente precisa los derroteros que tomaría la tecnología de moda. Sin embargo, la IA no se hizo «mainstream» gracias a la aclamada película de Spike Jonze. Esta tecnología conquistó a las masas mucho antes: en los años 80 para más señas.
La IA fue esbozada ya en Erewhon, una novela de Samuel Butler publicada en 1872. Y sería retratada también varias décadas más tarde en filmes como Metrópolis (1927) y 2001: Una odisea en el espacio (1968). Sin embargo, no fue hasta los 80 cuando asistimos realmente a una explosión de popularidad de esta tecnología. En las postrimerías de la Guerra Fría un buen puñado de cineastas se inspiraron en la IA para imaginar un porvenir que abocaba a la humanidad a vivir con esta tecnología (perversa a veces) apostada invariablemente a su vera.
En el cine de ciencia ficción de los 80 conviven la fascinación y la paranoia nacidas de las entrañas de la IA, que ya entonces propiciaron acalorados debates sobre el impacto (maléfico y balsámico a partes iguales) de esta tecnología en el futuro de la humanidad.
El retrato que en la década de los 80 hizo el séptimo arte de la ciencia ficción es pródigo en aciertos y también en no pocos errores. En un artículo para Fast Company Joe Berkowitz coloca bajo los focos esos aciertos y errores.
Las profecías de las películas de los 80 sobre la IA que sí han cumplido
1. Los seres humanos interactuamos efectivamente de manera constante con la IA
Cuando en Regreso al futuro 2 (1989) los protagonistas viajan a 2015, la tecnología (de naturaleza inteligente) es absolutamente omnipresente. Y si bien el cine de ciencia ficción de los 80 no logra retratar con demasiada precisión la tecnología del futuro, sí acierta a la hora de vaticinar que esta iba a estar en todas partes. Puede que los patinetes volares no se hayan hecho realidad (al menos todavía), pero la humanidad convive efectivamente con toda una plétora de «gadgets» inteligentes, tal y como sugirió el séptimo arte hace más de 40 años. Además, la ubicuidad de la IA no es palpable única y exclusivamente en la electrónica de consumo, sino también en el plano profesional. En Robocop (1987) las autoridades aprueban, por ejemplo, la creación de una máquina letal con el último objetivo de poner coto a la delincuencia en la ciudad de Detroit.
2. Las máquinas son, al igual que el cine, cada vez más parlanchinas
Hace unos meses OpenAI presentó un modo avanzado de voz para GPT-4o (que es solo una de las últimas innovaciones nacidas de la fusión de IA y asistentes de voz). El viraje hacia la IA conversacional no ha hecho sino empezar y estamos acercándonos cada vez más a los replicantes de Blade Runner o al locuaz KITT de El coche fantástico.
4. A la IA le encomendamos todo tipo de tareas, también las de naturaleza creativa
Se supone que la IA ha irrumpido en nuestras vidas para ayudarnos a bregar con tareas de naturaleza monótona y rutinaria y poder invertir así más tiempo en desarrollar esa cualidad intrínsecamente humana que es la creatividad. Esta es la teoría, pero en la práctica, como ya supo aventurar la película Electric Dreams en 1987, a los humanos no les duelen prendas a la hora de encomendar a las máquinas tareas 100% creativas. En ese largometraje el protagonista proporciona instrucciones al ordenador PC Edgar para componer una canción para encandilar a una violinista y el tema alumbrado por la computadora inteligente resulta ser sospechosamente parecido a la música de Culture Club.
4. A la IA se le dan en efecto mejor los videojuegos que a los humanos
En los 80 los videojuegos estaban aún en su más tierna infancia, pero ya por entonces el cine de la época supo profetizar de manera muy atinada que las máquinas adelantarían a los humanos en el universo del «gaming». En el filme D.A.R.Y.L. (1985) un robot indistinguible de un niño de 10 años supera con asombrosa facilidad a su hermano adoptivo (que es en este caso de carne y hueso) en el videojuego «Pole Position». Hoy en día está fuera de toda duda que la IA puede ser diseñada para hacer morder el polvo a los humanos en casi cualquier videojuego. Hace unos meses Google DeepMind presentaba, no en vano, SIMA, una IA capaz de jugar a videojuegos como un humano.
5. Hay tests capaces de detectar (con mayor o menor fortuna) a la IA
Algunas de las escenas más cautivadoras de Blade Runner son aquellas en las que acapara todos los focos el test Voight-Kampff, diseñado específicamente para identificar a los denominados «replicantes» (y condenarlos a la pena de muerte si no salen airosos de la prueba). Los «replicantes» que habitan en el mundo distópico retratado por el icónico filme de Ridley Scott no se han hecho aún realidad, pero la IA ha avanzado tanto que los tests para diferenciar el contenido alumbrado por las máquinas del contenido generado por los humanos no son en modo alguno baladíes. Y de hecho ha ya toda plétora de pruebas de este tipo.
Las profecías de las películas de los 80 sobre la IA que no han cumplido
1. La IA no es mayoritariamente humanoide
Las películas nacidas al calor de los 80 imaginaba principalmente la IA agazapada en las entrañas de robots humanoides casi indistiguibles de los humanos. Aun cuando la IA actual es capaz de cometer estafas, alterar los resultados de procesos electorales y hacer otras muchas tropelías (para las cuales se necesita impepinablemente mucha inteligencia), rara vez se camufla en hardware de rasgos humanoides. Los humanos parecen mucho más cómodos conversando con asistentes virtuales agazapados en móviles, ordenadores y otros dispositivos electrónicos.
2. La IA no ha desarrollado aún emociones humanas
En la película D.A.R.Y.L. el joven robot protagonista experimenta en primera persona el espectro completo de las emociones humanos. Y parece genuinamente asustado cuando huye de los agentes gubernamentales que tratan de arrestarle y también verdaderamente contento cuando logra darles esquinazo. Además, las emociones que despliega no forman parte en modo alguno de una actuación ni parecen dirigidas a encandilar a ninguna audiencia en particular. Hoy por hoy la IA puede remedar hasta cierto punto las emociones humanas cuando los humanos están necesitados de cierta empatía, pero no son capaces (al menos no todavía) de caer atrapados en agudas crisis existenciales como Number Five en Short Circuit (1986) o Roy Batty en Blade Runner (1982).
3. La IA no es capaz aún de pensar y actuar de manera independiente
En la mítica serie ochentera El coche fantástico el bueno de KITT es capaz de pensar y actuar con plena autonomía y al margen del ser humano que se sienta al volante. Afortunadamente la IA no disfruta a día de semejante (y potencialmente peligroso) grado de autonomía.
4. La IA no es ni manipuladora ni esencialmente malévola
El cine de los 80 no exudaba precisamente optimismo cuando elucubraba hace más de 40 sobre la catadura moral de la IA. Lejos de actuar en interés de la humanidad, los robots retratados en las películas de los 80 parecían aprovechar cualquier oportunidad para rebelarse contra sus hacedores y exterminarlos. En Terminator Skynet propicia, por ejemplo, un apocalipsis nuclear, mientras que en Superman 3 un ordenador sintiente no tiene prurito alguno a la hora de convertir a un mujer en un cíborg. La IA no ha sacado a relucir aún su lado más abracadabrante, aunque el año pasado un reportero de The New York Times mantuvo una conversación bastante inquietante con el chatbot de Bing.
5. La IA no escapado aún del control humano
En la película Juegos de guerra (1983) el superordenador WOPR es huérfano de sistemas de seguridad y puede tomar, por ejemplo, libremente, la decisión de lanzar una bomba nuclear. Otras inteligencias artificiales como KITT sí cuentan con mecanismos de seguridad que se precian, no obstante, de poder burlar con bastante facilidad. A día de hoy la IA no ha escapado aún del control humano, aunque existe mucha preocupación de que pueda hacerlo eventualmente. Un informe publicado en 2022 pone de manifiesto que la mayor parte de los investigadores con el foco puesto en la IA cree que existe un 10% de probabilidades o más de que la incapacidad de los humanos para controlar convenientemente la inteligencia artificial provoque una catástrofe. No obstante, parece que los escalofriantes escenarios distópicos planteados por el cine de ciencia ficción en los 80 han hecho sonar suficientes alarmas para garantizar que lo retratado en la gran pantalla no acontezca en el mundo real.