En 2021, un hombre alemán de 53 años acudió al hospital aquejado de varios síntomas, entre los que destacaban los mareos, la confusión y la debilidad muscular. Al preguntarle si tomaba alguna medicación, refirió consumir un preparado homeopático. Esto inicialmente no preocupó a los médicos. Al fin y al cabo, la homeopatía no deja de ser una forma cara de tomar agua con azúcar. Sin embargo, resulta que, cuando comprobaron el producto que había estado tomando, vieron sorprendidos que ese era el causante de unos síntomas que, en realidad, podrían haber sido mucho peores. Y es que, sin saberlo, el paciente había sufrido una sobredosis de homeopatía.
Puede parecer que esto es imposible. De hecho, es prácticamente una contradicción en los términos, ya que la homeopatía se basa precisamente en el uso de dosis extremadamente bajas de compuestos determinados. Cuanto más bajas, mejor. Por eso resulta tan extraño que se pueda producir una sobredosis de homeopatía.
El problema en este caso fue que la compañía fabricante del remedio homeopático había cometido un error en la dilución, por el que la dosis consumida por el paciente había sido 600 veces mayor de lo esperado. Además, el compuesto que se había diluido resultó ser una sustancia altamente venenosa. Por suerte, el hombre vivió para contarlo, pero el final de la historia podría haber sido fatal.
Lo similar cura lo similar
En 1784 un médico retirado llamado Samuel Hahnemann se encontraba trabajando como traductor cuando leyó en un texto algo que le llamó la atención. La corteza de un árbol del género Cinchona se había usado tradicionalmente como remedio contra la malaria, una enfermedad que por aquel entonces causaba muchas muertes en todo el mundo.
Había dejado su profesión, desencantado por la insistencia en el uso de técnicas inefectivas, como las sangrías. Quería innovar y pensó que ese podría ser un buen punto de partida. Decidió probar la corteza de aquel árbol en sí mismo, por lo que consumió diferentes dosis para comprobar los efectos. Le sorprendió ver que los síntomas que sufrió eran muy parecidos a los de la propia malaria, por lo que una idea afloró en su interior. ¿Y si lo similar curase lo similar?
Eso significaría que prácticamente cualquier enfermedad podría curarse siempre que se encontrase algo que produjese efectos parecidos. Pero había un problema: normalmente esos efectos parecidos se obtenían con sustancias muy tóxicas.
Para buscar solución a este problema, decidió probar a diluir mucho esas sustancias en agua, convencido de que este fluido podría memorizar los efectos de aquello que se disolvió en él. Por otro lado, para potenciar el efecto, como persona religiosa que era, añadió unos golpecitos de Biblia, y voilá, el remedio estaba listo. Había nacido la homeopatía.
Un remedio que se sigue usando en la actualidad
Los remedios preparados de esta forma no son tóxicos, porque sus principios activos están diluidos hasta el extremo. En algunos casos, haría falta una piscina entera del producto para encontrar unas gotas de la sustancia curativa. Pero el agua lo recuerda todo, o eso dicen sus defensores. Hoy en día, para hacer mejor el sabor, se añade un poco de azúcar y, como diría Mary Poppins, la píldora pasará mejor.
Visto esto, queda claro, por un lado, que la homeopatía no sirve de absolutamente nada. No es cierto que lo similar cure lo similar. Pero, incluso si fuese verdad, las dosis no serían suficientes, porque el agua no recuerda nada, por mucho golpe de Biblia con el que se agite. Además, se entiende que no se puede obtener una sobredosis de homeopatía. El problema viene cuando se hacen mal las diluciones.
La sobredosis de homeopatía que casi le cuesta la vida a un hombre
Muchos divulgadores científicos han hecho públicamente lo que se conoce como suicidios homeopáticos. Esto consiste en tomar una caja completa de pastillas sedantes de homeopatía. Si esto se hiciese con un fármaco real, posiblemente les costaría la vida. Sin embargo, lo peor que podría pasarles con la homeopatía es sufrir una hiperglucemia.
En cambio, el protagonista de esta historia sucedida en 2021 sufrió una sobredosis de homeopatía porque la compañía fabricante de su remedio se había equivocado al realizar las diluciones. Era un preparado a base de Atropa belladona, una de las plantas más tóxicas del hemisferio norte. La ingesta de solo cuatro a ocho bayas puede ser letal para una persona adulta. De hecho, es tan dañina que los antiguos romanos la usaban para envenenar las puntas de sus flechas.
Existen varios remedios homeopáticos que la usan, principalmente para tratar el dolor. En principio no pasa nada. El problema viene cuando se cometen errores. La concentración final de este compuesto en el producto consumido por el paciente debía ser de 0,005 mg/ml, pero un error en las diluciones había llevado a que fuese de 3 mg/ml. El paciente había tomado 30 gotas, por lo que la sobredosis de homeopatía fue enorme.
Otros casos que podrían haber sido una sobredosis de homeopatía
No es la primera vez que ocurre algo así. En 2014 se presentó el caso de un niño de 21 meses que había sido ingresado en un hospital de Madrid al ingerir por accidente una ampolla de un mililitro que le había prescrito su pediatra para tratar el dolor de dientes. Este le había pautado 6 gotas 2 veces al día, pero tras la ingesta accidental sus padres decidieron consultar. El bebé se encontraba bien, por lo que en urgencias se procedió a comprobar la dosis de Atropa belladona que contenía la ampolla. Lamentablemente no pudieron hacerlo, pues la explicación en el prospecto no era nada clara. Por eso, para curarse en salud, decidieron administrar al pequeño un tratamiento desintoxicante de carbón activo y dejarlo ingresado 24 horas para monitorizarle.
En aquel informe de caso se concluía que los prospectos de remedios homeopáticos deberían ser más claros. Pero, en realidad, lo ideal sería que los médicos pauten medicina basada en evidencias científicas y no un remedio que se basa en la idea de que el agua tiene memoria y que este se puede activar con una Biblia. Por mucho que hoy en día se intente disfrazar de ciencia, no deja de ser un tratamiento sin ninguna evidencia.