Galicia presenta un clima oceánico y forma parte de la España húmeda. Por tanto, no resulta llamativo que la comunidad se encuentre entre las regiones más lluviosas del mundo.
Unas particularidades que empujan otras: un ecosistema inaudito, pero también el terreno idóneo para que Galicia aglutine la mayor superficie de cultivo de eucalipto de España, cuya principal utilización se materializa en monocultivos forestales para la producción de pulpa de celulosa.
Su proliferación ha hecho de la comunidad un campo de batalla: una tierra prometida para innumerables empresas industriales y un motivo de lucha para los colectivos que llevan años tratando de defender la diversidad en los montes gallegos.
Y este complejo escenario tiene un nuevo protagonista: el grupo portugués Altri que proyecta una macroplanta, la más grande de Europa, para producir celulosa y un producto clave para el textil: lyocell. El enclave elegido es Palas de Rei, en Lugo, corazón verde de Galicia.
El plan pretendía que Inditex, profeta absoluto en Galicia, fuera su mejor compañero de viaje, pero los últimos mensajes dibujan un proyecto que se asfixia, sin aliados comerciales y con una población en pie de guerra por su impacto medioambiental.
El plan de Altri, pero también de la Xunta de Galicia y Abanca
Altri necesita poca carta de presentación. Cotizada en el mercado portugués, la compañía es uno de los principales productores europeos de fibras de celulosa. Un negocio estrechamente vinculado al sector papelero.
El grupo registró en 2023 unos ingresos totales de 788 millones de euros, una reducción del 26% frente a 2022. ¿El motivo? “La desaceleración de la demanda mundial de celulosa durante 2023″. Como resultado, la empresa vio mermado su beneficio en un 72%, hasta los 42 millones de euros.
Aun con esta coyuntura —o precisamente por ella— Altri sigue inmersa en sus inversiones, entre ellas destaca el proyecto Gama, el que impacta en Galicia. Pese a que su puesta en marcha se remonta al 2020, la compañía sigue “centrada en su intención de tomar una decisión definitiva en cuanto se reúnan las condiciones necesarias”.
La propia Altri lo tilda de un proyecto transformacional que implicaba la construcción de una central diseñada para producir anualmente 400.000 toneladas de celulosa soluble y otros 200.000 de lyocell, una fibra textil hecha a partir de material vegetal.
En cualquier caso, Altri no camina solo en este proyecto, ya que actúa como un mero socio industrial. Lo hace en el marco de un Memorando de Entendimiento (Mou, por sus siglas en inglés). Es decir, un consorcio público-privado integrado por la Xunta, Abanca, Reganosa y Sogama.
El proyecto que parte de una inversión inicial de 900 millones de euros —con la aspiración de captar 200 millones de los fondos europeos Next Generation— le ha seguido un desierto comunicativo que se rompió el pasado mes de marzo, pero no con el resultado que a sus protagonistas les hubiese gustado.
Un pueblo en pie de guerra: “Es una bomba medioambiental”
El pasado 4 de marzo el Diario Oficial de Galicia (Dog) reflejaba los detalles de la operación de Altri. El proyecto nace bajo la promotora Greenfiber, una sociedad participada por la compañía lusa al 75% y al 25% por Greenalia, una empresa gallega que tiene en su consejo de administración, entre otros, a José María Castellanos, CEO de Inditex antes de la llegada de Pablo Isla.
Pero más allá de nombres propios, el documento exponía por primera vez cada una de las implicaciones medioambientales del proyecto, lo que volvía a activar a la plataforma Ulloa Viva, que llevaba al menos dos años solicitando información a los responsables.
“Aquí, al principio se veía como una fábrica de telas, un proyecto totalmente verde. Solo la publicación del documento oficial fue la foto fija de lo que nos querían vender y nadie nos quiso contar”, explican.
El desconocimiento del proyecto era una evidencia incluso para el resto de fuerzas políticas, ahora totalmente en contra. El propio BNG (Bloque Nacionalista Galego) votó a favor en el Parlamento Gallego del proyecto: “Nos lo vendieron como un proyecto circular para la fabricación de fibras textiles”, coinciden.
Los números son claros: su operativa provocará la extracción diaria de 46 millones de litros de agua del río Ulla –tanto como consume toda la provincia de Lugo— y la emisión de gases tóxicos mediante una colosal chimenea. Asimismo, se requerirán 2,4 millones de toneladas de eucalipto. Su sobreplantación, denuncian, está detrás de los virulentos incendios que asolan Galicia.
En este sentido, ganan fuerza las palabras de Gema Gómez, directora de Slow Fashion Next: “Una plantación no es un bosque. Cuando tú arrasas un terreno y plantas para alimentar una actividad necesariamente industrial, estás matando un ecosistema natural para sacarle un beneficio económico”.
Tampoco obvian el daño colateral del plan: una subida de la temperatura del agua, lo que sumado a la carga de materia orgánica, tendrá un impacto directo en la desembocadura de la ría de Arousa, centrada en la pesca y el marisqueo –la zona concentra el 70% de la producción de mejillón de toda Europa–.
La lucha de la plataforma – y a la que se ha sumado Greenpeace– pivota sobre estos puntos. En las últimas semanas, más de 30.000 personas se han concentrado para frenar lo que tildan de “bomba medioambiental”, y lo que, insisten, supondrá “un misil al sistema socioeconómico de la zona”, cimentada en la agricultura, la ganadería y su mayor enclave turístico: el Camino de Santiago.
“Ya con los datos encima de la mesa, no hay ninguna razón para apoyarlo. Solo responde a un expolio colonial de los recursos de Galicia”, mantiene Montserrat Prado, diputada y miembro de la ejecutiva nacional del BNG.
La “huida” de Inditex y el “controvertido” lyocell de telón de fondo
Otra de las aristas del proyecto radica en el lyocell, la baza productiva con la que Altri vistió su proyecto. El tejido, pese a su renovado protagonismo, lleva desde la década de los 70 en la mente de la industria textil por ser, mantiene Gómez, la alternativa verde a la viscosa. El material está compuesto de celulosa derivada en su mayoría del roble o eucalipto.
Pese a que el mercado sigue gobernado por lo sintético, su crecimiento es un hecho. Según el último informe de Textile Exchange, las fibras celulósicas artificiales, donde se incluye el lyocell, disponen de una cuota de mercado del 6,3%, con un volumen de producción mundial de unos 7,3 millones de toneladas, siendo las que más crecen.
Es importante reseñar que a pesar de la intención de Altri, el lyocell no puede transformarse a corto plazo en Galicia. De hecho, el material se comercializa bajo la marca Tencel, propiedad de la noruega Lenzing, quien ha levantado en Tailandia la mayor planta del mundo.
“No sé si se fue puro desconocimiento o una necesidad de abrazar lo verde, pero nunca hubo un plan para cerrar el círculo productivo en Galicia”, señala la diputada, algo que, por otro lado, no sorprende a nadie: “En Galicia se produce el 50% de las cortas de madera del mercado español, pero solo deja un 8% de beneficio”.
En cualquier caso, aquí es donde Inditex, gigante entre los gigantes, entra en juego. El grupo textil había alertado en diversas ocasiones de la baja disponibilidad en el mercado de fibras celulósicas artificiales. De hecho, su uso solo representa el 8% del total de materia prima utilizada por ellos. Todo ello implicaba un frenazo para su gran deal verde: que el 100% de las fibras utilizadas tuvieran un menor impacto para el medio ambiente.
Por eso, aunque la relación entre Altri y el gigante empresarial sea ahora un total desierto, no siempre fue así. En 2020, la Xunta, con Alberto Núñez Feijóo al frente, formó una mesa de expertos para optar a los fondos europeos. Allí, estaba Ignacio Fernández, director general de finanzas de Inditex. La necesidad del lyocell se puso de manifiesto.
Pese a que Inditex nunca ha estado presente en el plan, su papel era crucial en él. Tanto es así que el propio CEO de la compañía lusa, José Soares, expresaba hace justo un año su objetivo de proveer de fibras sostenibles al gigante textil.
Ahora, los tiempos son otros porque también lo son los escollos. Desde la plataforma vecinal insisten en que Inditex está totalmente desmarcado. Aún más allá va Nanqui Soto desde Greenpeace: “Fue un completo error, salió de ellos y de pronto, se vieron inmersos en un proyecto altamente polémico”.
Una de las claves que podría explicar este distanciamiento reside en un nombre propio de la industria textil: Canopy, una entidad convertida en el auditor mundial verde de la moda, con más de 500 empresas buscando abastecerse de productores que comulguen con sus principios.
El pasado 31 de mayo, Greenpeace relata a Business Insider un encuentro con Canopy. En él, esta suerte de árbitro les comunicaba que “dada la polémica y la contestación social al proyecto de Altri, según sus criterios comunicarían a Inditex y resto de posibles compradores de lyocell, que esa fuente de suministro era catalogada como controvertida”.
Prueba de que el escollo para Inditex reside en el quién y no en el qué, es que la compañía avanza en su apuesta por Iyocell pero sin rastro de Altri. Destaca su entrada en el capital de Circ, una startup estadounidense con la que el grupo gallego acaba de lanzar la primera colección para Zara a base de dicho material.
Con compañero de viaje o no, el proyecto de Altri sigue en pie, pero también lo hace la población que, avisa de que no cesará en su guerra de ser ellos, los gallegos, los que decidan en qué Galicia quieren vivir.