Tanto las alucinaciones como los delirios pueden distorsionar la percepción de la realidad, pero lo hacen de maneras muy diferentes y con implicaciones distintas para la vida diaria.
Imagina despertar una mañana y escuchar voces que nadie más puede oír, o estar convencido -sin ninguna evidencia- de que alguien conspira en tu contra. Estas experiencias, aunque perturbadoras, son parte de la cotidianidad de muchas personas que sufren de trastornos mentales y sus causas sirven para marcar la diferencia entre alucinación y delirio.
Estos son dos fenómenos que parecen similares a primera vista, pero representan aspectos muy distintos de la distorsión de la realidad. Te exponemos estos dos conceptos y cómo afectan la mente, el comportamiento y la cotidianidad de quienes los experimentan.
¿En qué se distingue una alucinación de un delirio?
La principal diferencia entre alucinación y delirio es cómo se entiende cada uno. Por un lado, las alucinaciones son experiencias sensoriales que ocurren sin un estímulo externo real y pueden involucrar cualquiera de los sentidos. Es decir, la persona ve, escucha, huele, toca o saborea algo que en realidad no existe. Aunque para quien experimenta la alucinación parece algo real, no hay nada en el entorno que la provoque.
Durante las alucinaciones, es posible escuchar voces cuando no hay nadie más en la casa, ver objetos o personas que no están presentes, o sentir insectos arrastrándose por la piel sin que haya nada allí.
Por su parte, el delirio es un síndrome agudo de disfunción cerebral en el que la persona tiene confusión mental, dificultad para pensar con claridad y problemas con la percepción. Suele ser temporal, causado por problemas médicos o neurológicos y se caracteriza por cambios en el estado de conciencia.
Cuando una persona sufre un delirio, tiene creencias erróneas y firmemente sostenidas que no son verdaderas; no cambia de opinión, incluso si se le enseña evidencia que demuestra lo contrario.
Distinto a alucinar, que involucra percepciones equivocadas de los sentidos, delirar se centra en la creencia falsa sobre la realidad. Las mismas pueden estar relacionadas con temas diversos, como persecuciones, grandeza o creencias absurdas, y suelen afectar el comportamiento y la forma de interpretar el mundo.
Tanto las alucinaciones como los delirios son síntomas comunes en trastornos psicóticos, pero también pueden presentarse en otras condiciones médicas.
Tipos de alucinaciones
El Servicio Nacional de Salud de Reino Unido resalta que alucinar afecta cualquiera de los sentidos. De ahí que las alucinaciones sean de los siguientes tipos:
- Auditivas: escuchar a alguien hablar cuando estás solo/a, u oír pasos o campanas que no tienen un origen físico.
- Olfativas: «detectar» aromas que no están en el ambiente. Por ejemplo, un olor a humo, perfume o comida que no tiene una fuente real.
- Visuales: ver cosas que no existen. Por ejemplo, mirar a una persona en una habitación vacía o percibir que las paredes cambian de forma o color.
- Somáticas: son percepciones falsas relacionadas con el interior del cuerpo. Por ejemplo, sentir que los órganos se mueven o que hay objetos dentro del cuerpo.
- Táctiles: sentir cosas corporales o sobre la piel que no están ocurriendo en verdad. Como que algo te toca o experimentar calor o frío sin razón aparente.
- Gustativas: consisten en percibir sabores no relacionados con algo que se haya ingerido; un sabor amargo o metálico en la boca sin comer nada, o sentir que la comida sabe diferente a lo habitual.
- Cinestésicas: involucran la sensación de movimiento del cuerpo o partes del él, cuando en realidad no se mueven. Por ejemplo, creer que flotas o que una extremidad tiembla sin que lo haga en realidad.
Tipos de delirios
La clasificación del delirio tiene su base en los síntomas visibles (lo que se conoce como signos), como si la persona está más tranquila, agitada o muestra una combinación de ambos comportamientos; pero no explican por qué se desarrolló el delirio (etiología) o qué procesos biológicos están ocurriendo en el cerebro (patogénesis).
Entonces, acorde con el nivel de actividad y el estado general de la persona durante un episodio delirante, se habla de los siguientes tipos:
- Hipoactivo: la persona parece menos activa y puede estar somnolienta, cansada o deprimida. Alguien hipoactivo puede tener delirios menos evidentes o estar menos comunicativo, pero aún mantiene creencias erróneas.
- Hiperactivo: una persona hiperactiva puede estar inquieta, agitada o demasiado activa. Los delirios en este estado suelen ser más evidentes y asociarse con comportamientos intensos o agresivos. Por ejemplo, el delirio de persecución o el delirio de grandeza.
- Delirio mixto: implica que la persona alterna entre estados hipoactivos e hiperactivos. En un episodio de estos, el individuo experimenta períodos de confusión y apatía, seguidos de momentos de agitación o hiperactividad, lo que genera delirios fluctuantes en intensidad y manifestación.
Causas de los delirios y las alucinaciones
Algunos estudios sugieren que los factores que contribuyen al delirio son diversos y los hay tanto predisponentes como precipitantes.
Los primeros son condiciones o características preexistentes que aumentan la susceptibilidad de una persona a tal estado mental. Entre los elementos predisponentes resalta el deterioro cognitivo (como la demencia o retraso en el desarrollo); también, las enfermedades cardiovasculares y renales, trastornos mentales como la depresión, el consumo de alcohol y un mal estado nutricional.
En cuanto a los segundos, incluyen una variedad de eventos o condiciones que pueden desencadenar este estado mental en personas vulnerables. Los precipitantes abarcan enfermedades médicas agudas como sepsis o insuficiencia hepática, traumatismos como fracturas o lesiones en la cabeza, cirugía, deshidratación y estrés emocional.
De igual modo, el consumo de drogas y la abstinencia de estas, así como los cambios en la medicación, están asociados con la aparición del delirio.
Por su parte, no dormir bien y la reacción a medicamentos y otras sustancias, sobresalen entre las causas de alucinar. Enseguida, detallamos más sobre los factores que detonan este estado mental.
1. Trastornos mentales
Las alucinaciones son bastante comunes en trastornos neurológicos (como la enfermedad de Parkinson) o trastornos psiquiátricos (como la esquizofrenia). Los estudios muestran que, a lo largo de la vida, la mayoría de las personas con esquizofrenia (64-80 %) experimentan alucinaciones auditivas. Seguidas de alucinaciones visuales (23-31 %), táctiles (9-19 %) y olfativas (6-10 %).
De igual manera, estas también pueden presentarse en pacientes con trastorno bipolar, trastorno esquizoafectivo, trastorno delirante, trastorno de estrés postraumático (TEPT), trastornos psicóticos breves y en algunos casos de depresión severa.
2. Consumo de sustancias
Es posible que uso de drogas como la LSD, la cocaína o el alcohol provoquen alucinaciones, ya que alteran la percepción sensorial y el funcionamiento del cerebro.
Una publicación de American Journal of Clinical Dermatology, indica que las drogas recreativas pueden causar alucinaciones táctiles, al igual que medicamentos recetados, como los antiparkinsonianos, antidepresivos, estimulantes, antihipertensivos y antiepilépticos.
Estos medicamentos alteran neurotransmisores como la dopamina, la norepinefrina y la serotonina, y pueden inducir formicación o parasitosis delirante (como se les conoce a las sensaciones cutáneas de escozor, semejante al caminar de insectos sobre la piel). Este efecto puede incrementarse en pacientes con comorbilidades psiquiátricas.
3. Privación del sueño
Al dormir, el cerebro procesa información, consolida recuerdos y restablece su equilibrio químico. La falta de sueño interfiere con estos procesos, lo que causa confusión mental y alteraciones en la percepción.
Cuando una persona no duerme lo suficiente durante un período prolongado, el cerebro empieza a funcionar de manera irregular, afectando la salud mental. Esta disfunción puede llevar a alucinaciones, donde se empiezan a ver, escuchar o sentir cosas que no están presentes en la realidad.
4. Problemas neurológicos
Condiciones como la epilepsia, la narcolepsia, la enfermedad de Parkinson, la enfermedad de Alzheimer o los tumores cerebrales pueden causar alucinaciones, en especial de tipo visual o auditiva, debido a la disfunción en áreas específicas del cerebro.
5. Causas desconocidas
En algunos casos, las alucinaciones son idiopáticas, es decir, la causa exacta es desconocida y ocurren sin una razón clara o sin una condición subyacente identificable. Este tipo no se puede atribuir a un trastorno específico, una lesión o una sustancia.
¿Cómo se diagnostican y qué tratamientos suelen aplicarse?
Tanto el diagnóstico de alucinaciones como de delirios comienza con una evaluación clínica detallada, donde el profesional de la salud explora los síntomas del paciente, su historial médico y posibles desencadenantes.
La historia médica es revisada para identificar trastornos mentales, consumo de sustancias o problemas neurológicos. En algunos casos, se realizan pruebas diagnósticas adicionales, como análisis de sangre o estudios de imágenes, con el fin de descartar causas físicas o neurológicas. Luego de este diagnóstico, es posible emplear diversas estrategias médicas.
El tratamiento de las alucinaciones se enfoca en abordar el trastorno subyacente. Esto puede implicar el uso de medicación específica para trastornos psiquiátricos, como antipsicóticos para la esquizofrenia o estabilizadores del ánimo para la bipolaridad.
Y quizás contemple abordaje psicológico, como la terapia cognitivo-conductual, para ayudar al paciente a manejar sus alucinaciones. Si estos episodios son causados por sustancias, se requiere un plan de desintoxicación y rehabilitación.
Por otro lado, el tratamiento del delirio se centra en identificar y corregir el problema de origen, como tratar infecciones o ajustar medicamentos. Además, es fundamental proporcionar un entorno seguro y tranquilo para el paciente, y monitorizar su estado mental. En algunos casos, se emplean fármacos para controlar los síntomas agudos, como antipsicóticos o sedantes, pero estos deben ser administrados con cautela, bajo supervisión médica.
Recomendaciones para abordar alucinaciones y delirios
Si alguno de tus seres queridos sufre de estos estados mentales que interfieren en la vida diaria, te dejamos algunos consejos profesionales para manejar la situación:
- Procura que el entorno sea seguro: retira cualquier objeto que pueda ser utilizado para hacerse daño o dañar a otros.
- Ofrece tu apoyo: en lugar de confrontar o debatir sobre lo que la persona ve u oye, trata de brindar consuelo y calma si la situación le da miedo.
- Distrae a la persona: algunas veces, un cambio de entorno, como moverse a otra habitación o dar un paseo, ayuda a desviar la atención de quien experimenta estos estados.
- Evita factores desencadenantes: si el paciente está expuesto a programas de televisión violentos o perturbadores, apaga el aparato. Estos contenidos tal vez le hagan creer que esos eventos ocurren en su entorno inmediato.
- Busca ayuda profesional: informa al médico sobre cualquier alucinación o delirio que experimente la persona. Es importante discutir su estado de salud general y los medicamentos que toma, ya que algunas enfermedades o fármacos podrían provocar estos síntomas.
Estas afecciones pueden controlarse
Comprender la diferencia entre alucinación y delirio es crucial para abordar de manera eficaz los complejos síntomas que conllevan y que pueden afectar la calidad de vida de quienes los experimentan.
Debido a esto, si sientes que tú o algún ser querido ha tenido alguna de estas alteraciones mentales, no dudes en buscar ayuda. La identificación precisa y el tratamiento de las causas subyacentes, ya sean trastornos mentales, condiciones médicas o efectos de sustancias, son clave para controlar estas afecciones.