Envejecer no es fácil. La edad es quizás la enfermedad crónica más común, hasta el momento sin cura ni vacuna. Prueba de sus complicaciones son cambios de etapa como la crisis de los 40, fenómeno que la escritora neoyorquina Nora Ephron resumía bien con aquello de: “cualquier cosa que no te guste de tu cuerpo a los 35 años te producirá nostalgia a los 45”.
La crisis de los 40 siempre se ha asociado al divorcio (Ephron se casó dos veces) o a la compra de un coche (deportivo, si puede ser). Pero, ¿qué ocurre cuando llegas a los 40 y no estás casada, vives de alquiler, y lo más parecido a un vehículo personal es tu tarjeta de Bicimad? Eso es más o menos lo que va a ocurrirle a millones de jóvenes millennials a partir de este año.
“Es un momento, donde todavía se puede cambiar. O bien de trabajo, o bien de carrera profesional o incluso replantearse la relación de pareja. El aumento de la calidad de vida y la esperanza de vida en la sociedad occidental ha traído consigo que la década de los 40 se puede considerar una etapa de cambio para una vida mejor”, confirma Carlos Royo, profesor asociado del Departamento de Dirección de Personas y Organización de Esade.
Más de 8 millones de millennials, cuyas edades oscilan entre los 27 y los 42 años, cumplirán 40 en la próxima década en España. Hay razones para pensar que puedan sufrir una crisis de mediana edad y que esa crisis sea diferente a las experimentadas por generaciones anteriores.
“Su transcurso de vida ha sido encadenar crisis y momentos de dificultad económica y social, por lo que no sorprende casi nada al llegar a los 40. Lo que sí destaca es su cansancio. Mucho trabajo en edades previas, mucho esfuerzo, poco resultado y un estado de agotamiento generalizado”, observa Paco Lorente profesor de ESIC Business School, cofundador de wannathink y experto en tendencias de consumo.
Decisiones aplazadas
Para empezar, porque hay grandes decisiones que todavía no han tomado: “los millennials todavía no han tomado las decisiones vitales como hicieron sus padres y, por tanto, no se han podido cansar de las mismas cosas como ellos”, explica Lorente.
Mientras con 24 años sus padres ya tenían encauzada su vida, incluso con vivienda e hijos, “ellos a los 30 todavía estudiaban o tenían un trabajo precario viviendo en casa de sus padres” añade Lorente, que considera que “las fases vitales se están retrasando, y quizás los 50 son los nuevos 40“.
La compra de un piso, por ejemplo, es una de esas decisiones prioritarias para generaciones anteriores que los millennials no han tenido más remedio que aplazar. A día de hoy, el 84,1% de los menores de 34 años no puede emanciparse, según datos del Consejo de la Juventud de España.
“Desde el punto de vista sociológico, los millennials se sienten engañados. Antes de cumplir los 30 años, ya han tenido que sufrir dos grandes crisis (financiera 2008 y Covid 2020) que les ha dejado con poca esperanza en un futuro mejor”, lamenta Royo: “han tenido dificultades para acceder a los grandes sueños de la generación X y Baby Boomer: el acceso a un trabajo mejor y el acceso a una vivienda”.
Una crisis ‘low cost’: adiós al coche nuevo
Los millennials tienen menos dinero para gastar. Y, sin dinero, el capricho de un coche nuevo se antoja un poquito lejos.
No es que no les apetezca comprarse un coche o hayan cambiado radicalmente los patrones de consumo. A día de hoy, los jóvenes son más pobres que en 2002. Hace 20 años, la riqueza de los hogares jóvenes estaba un 37% por encima de los niveles actuales, según datos del Banco de España.
“Las rentas de los jóvenes hoy, en términos reales, son mucho más modestas que las que tenían la generación X o el late Baby boom. Hoy la situación es más complicada”, corrobora María Romero, socia directora de Economía de Analistas Financieros Internacionales.
En 2022, el típico millennial de 30 a 44 años gastó 30.886 euros, según datos del INE. Un importe por debajo de los 32.237 euros que los miembros de la Generación X y del Baby boom gastaban a la misma edad.
“Los millennials no podrán hacer frente a la compra de productos idealizados que supongan un subidón de moral, como un coche deportivo o similar. No podrán económicamente”, aclara Lorente.
Precisamente por las dificultades económicas derivadas de la inestabilidad laboral, y agravadas por la pérdida de poder adquisitivo provocada por la inflación y la subida de tipos de interés, los millennials también son más cautos con el dinero.
Más de un tercio de los jóvenes piensan que se enfrentan a una situación económica más precaria que la de sus padres y, aun así, creen que son mucho más ahorradores y responsables de lo que las otras generaciones creen, según un informe de la entidad financiera Klarna.
No renunciarás a la escapada de fin de semana (ni al aperitivo)
Si no hay dinero para grandes caprichos, habrá que buscar un sustituto.
Lorente pronostica que “la tendencia será a gastar más en satisfacer su experiencia de vida más que en poseer cosas. La búsqueda la felicidad, se afrontará la pregunta: ¿esto es lo que quiero en la vida?”.
¿Cómo? A través de un mayor gasto en viajes, ocio o en bares y restaurantes. “Cuando venían vacas flacas, como ahora, otras generaciones prescindían de este tipo de gasto. Esto ahora no está pasando. Los jóvenes ahora no renuncian a ello porque se ha convertido en algo básico“, ilustra María Romero. Se trata de un desembolso inferior a lo que podría suponer la compra de un vehículo, pero a cambio de un mayor beneficio social, por ejemplo.
Una filosofía de gasto basada en el FOMO
Según un estudio realizado por Bank of America, la mayoría de millennials basan su filosofía de gasto en el conocido como Fear of Missing Out (FOMO) o “miedo a perderse algo”: el 81% prefiere gastar su dinero en viajar, un 65% en ir a comer a un restaurante, y hasta el 55% indicó preferir destinarlo a pagar un gimnasio.
“Muchas de sus preferencias están enfocadas en cubrir necesidades principales y primarias, y no tanto en necesidades de estratos superiores”, explica Royo, que cita una encuesta que hizo Deloitte este año, y que revelaba que las 4 grandes preocupaciones de los millennials eran el coste de vida (42%), el cambio climático (23%), el desempleo (20%) y el cuidado de la salud (19%). “Esto nos puede dar una idea de dónde estarán sus preferencias y necesidades”.
“Cambiar de trabajo, estudiar un máster también son síntomas de cambios y autorrealización personal que se están dando en la generación actual”, añade Lorente.
Menos divorcios… ¿Más Tinder?
El divorcio es otro fenómeno que la gente suele asociar con una crisis de la mediana edad. El problema (o no) es que uno tiene que estar casado para divorciarse, y la mayoría de millennials no han pasado por el altar.
Solo un 12% de los millennials están casados, según un estudio de Funcas. Si bien esto puede atribuirse en parte a que las personas se casan más tarde en la vida, muchos millennials dicen que no tienen intención de casarse nunca.
Pero eso no significa que no vaya a haber separaciones. Y, detrás de toda gran separación… Hay una nueva búsqueda. Como decía Nora Ephron: “El deseo de casarse es seguido casi inmediatamente por un impulso igualmente básico y primordial que es el de estar soltero de nuevo”.
En el caso de los millennials, puede que esa nueva búsqueda gire en torno a las aplicaciones de citas, como Tinder. Al menos, mucho más que lo que las han utilizado generaciones anteriores (básicamente porque no eran tan populares como ahora).
“Tras haber estado familiarizadas con estas aplicaciones en una etapa inicial (20-30 años), pueden volver a conectarse, ya que es un medio conocido”, observa Royo, que considera que, además, los millennials están mucho más acostumbrados a establecer nuevos contactos de forma digital.