Por mucho que nos intentemos acostumbrar a ellas, las carencias emocionales no son naturales, ya que el ser humano es un ser social que necesita del contacto físico y sentirse amado. Te lo contamos
Las carencias emocionales constituyen el origen de muchas de nuestras dolencias. Y es que las caricias curan, los abrazos nos hacen sentirnos seguros y amados y una mirada llena de afecto es una forma de alegrar el alma.
Es posible que a más de uno le sorprenda, pero, ¿puede una persona llegar a ver disminuida su calidad de vida por no recibir de forma habitual este tipo de refuerzos positivos llenos de sentimiento?
La respuesta es sí, ya que el ser humano es un ser social y emocional, que necesita de sus lazos afectivos para sobrevivir y para validarse como persona en un núcleo determinado.
Si en el día a día nuestras interacciones se basan en el egoísmo, la frialdad, el engaño o la desconfianza, nuestra autoestima quedará afectada. Así, poco a poco, caeremos en una espiral de lenta destrucción. Esta puede provocar que acabemos dudando de nosotros mismos y preguntándonos: “¿soy quizá una persona que no merece ser amada?”.
Profundicemos.
Las carencias emocionales, vacíos en nuestra identidad
A lo largo de nuestra vida, sobre todo en la infancia y la adolescencia, nos enseñan a ser fuertes. No obstante, hay familias que entienden de forma errónea el concepto de fortaleza emocional.
Nadie conseguirá que un niño sea fuerte si se le priva de los abrazos, de los besos o de esa forma de afecto basada en la sensibilidad que algunos traducen como “debilidad”.
A su vez, un adolescente no llegará a ser un adulto fuerte si se le enseña a reprimir sus emociones. Tampoco lo será si se le recrimina que llore “porque eso es cosa de niños” o si se le dice que ser mayor implica resolver las cosas por uno mismo sin pedir ayuda de nadie.
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Consecuencias de las carencias emocionales
Este tipo de enfoque educacional es dañino y peligroso. El niño puede crecer sin la cercanía emocional de sus seres queridos y entender que el mundo es un lugar hostil del que debe defenderse. De ahí que, tarde o temprano, desarrolle rabia y hostilidad.
Asimismo, si nuestros jóvenes no reciben nuestra comprensión y cercanía, acabarán desconectándose del mundo para encerrarse en sus propios universos. Y este es un espacio peligroso, donde pueden aparecer problemas (desórdenes alimenticios, contacto con las drogas, malas amistades…)
Por otro lado, las carencias emocionales no están presentes solo en estas edades tempranas. Hay momentos en nuestro ciclo vital en los que nuestra aparente fortaleza se viene al suelo cuando las personas importantes para nosotros aplican lo que en psicología se conoce como “caricias negativas”. A continuación, te hablamos de ellas.
Las carencias emocionales trasmitidas a través del lenguaje
En ocasiones, una palabra tiene más fuerza que un golpe, que un impacto directo en el cuerpo. El lenguaje es un transmisor poderoso de las emociones. De esa interacción es de donde podemos construir vínculos sanos, dignos, felices.
Si nuestros seres queridos nos hablan entre gritos o hacen uso de la ironía continua, experimentaremos ese tipo de dolor emocional que deja secuelas. Además de las palabras respetuosas, positivas y significativas, es necesario que nos sintamos escuchados y comprendidos.
La comunicación no se basa solamente en la emisión de un mensaje con cualquier tipo de palabras. Por tanto, es necesario que los interlocutores practiquen una escucha activa, empática y constructiva.
Una relación sin muestras de afecto no es auténtica
Un amor que no practica las caricias cotidianas o esas pequeñas muestras de afecto elementales, pero poderosas, se apaga poco a poco o no termina de ser una relación plena y satisfactoria.
Una relación de pareja no se traduce solo en una convivencia en común, en compartir espacios, responsabilidades o una cama. Así pues, para construir un vínculo auténtico es necesario poner atención a los aspectos más elementales, a las pequeñas cosas.
Una mirada de admiración, un caricia inesperada, un abrazo por la espalda o buscar la cercanía mutua cuando estamos con más personas son signos que nos hacen sentirnos felices y seguros.
Los vacíos emocionales que te quitan la salud
Puede parecer extraño, pero hay momentos en nuestra vida en que nos acostumbramos a no ser abrazados, a no ser besados, acariciados o a no recibir refuerzos positivos. Sin embargo, esto no debería ser así. Acostumbrarnos a una vida de vacío emocional no es sano. Además, al poco tiempo, puede aparecer una depresión de origen desconocido, ya que nos sentiremos vacíos, agotados, solos y poco valorados.
Hay que tener siempre en cuenta que, para vivir en plenitud, necesitamos quedar nutridos de afectos, de caricias emocionales y de palabras positivas.
Si ponemos en práctica esto, tal vez podamos mejorar nuestros problemas. No obstante, si esto no sucede, siempre es recomendable visitar a un psicólogo.