Todos nos hacemos viejos, pero además de la genética —a la que se atribuye el 25% de la responsabilidad—, la dieta, los hábitos de vida, la compañía, el sentido de pertenencia o el ejercicio físico son factores que contribuyen a la longevidad, uno de los temas que más interés social y médico ha cobrado en los últimos años.
Además, muchas personas invierten tiempo, dinero y recursos en parecer más jóvenes, a través de productos antiarrugas, retoques estéticos, implantes de pelo, tinte para canas o blanqueadores dentales. Una reciente investigación explora lo que este tipo de esfuerzo supone para las experiencias de los adultos mayores, abordando la autopercepción y la discriminación por edad.
Realizado por la Universidad de Oklahoma, el estudio analizó los datos de 2006 adultos estadounidenses de 50 a 80 años de una encuesta nacional de 2019 sobre envejecimiento saludable. De todos ellos, el 59% afirmaron verse más jóvenes que otras personas de su edad, un porcentaje ligeramente mayor entre las mujeres y personas con mayor nivel educativo, económico y empleo.
En el otro extremo del espectro, únicamente el 6% de los adultos mayores dijeron que parecían mayores que otras personas de su edad, mientras que el porcentaje restante afirmó verse igual que sus compañeros. Más personas entre 50 y 64 años indicaron que se veían mayores que sus pares, en comparación con aquellos que tenían entre 65 y 80 años.
Los hallazgos, publicados en Psychology and Aging, revelan las experiencias positivas y negativas relacionadas con el envejecimiento. Entre las primeras se documentó la mayor sabiduría y petición de consejo, así como un fuerte sentido de propósito. Entre los negativos señalaron el prejuicio sobre sus dificultades para ver, oír, recordar o usar la tecnología.
Quienes se sentían más jóvenes tenían más probabilidades de obtener puntuaciones altas en la escala de experiencias positivas relacionadas con la edad y más bajas en la escala de experiencias negativas de discriminación por edad. Quienes invirtieron tiempo y dinero en ello también tenían más papeletas de puntuaciones positivas.
Sin embargo, estos últimos también mostraron más opciones de obtener puntuaciones más altas en la escala de experiencias negativas relacionadas con el envejecimiento. Por su parte, quienes se veían más “viejos” tenían más papeletas de experiencias negativas de discriminación por edad.
La salud autoinformada tiene relación con el envejecimiento
El estudio también revela que las personas con mejores experiencias relacionadas con el envejecimiento solían informar de una mejor salud física y mental, y viceversa: quienes notificaron experiencias negativas de discriminación por edad, tenían más probabilidades de decir que su salud mental era mala o regular.
“En conjunto, estos hallazgos sugieren una relación compleja y matizada entre cómo se sienten los adultos mayores acerca de su apariencia relacionada con la edad y las experiencias que tienen, tanto positivas como negativas, relacionadas con su edad”, explica la doctora Julie Ober Allen, prmera autora del estudio.
Una de las principales conclusiones es que los sentimientos y experiencias de discriminación por edad, que tienen sus raíces en el énfasis de nuestra sociedad en la juventud y el prejuicio contra el envejecimiento, parecen tener una relación indirecta con la salud, tanto mental como física.
Además, la diferencia entre el porcentaje que afirmaba sentirse joven y el que reconocía haber invertido dinero en ello puede reflejar tanto el sesgo generalizado contra el envejecimiento.
“Sabemos que una alimentación más saludable, más actividad física, mejor sueño, técnicas de reducción del estrés, higiene bucal preventiva, uso de protector solar y reducir o eliminar el consumo de tabaco, alcohol y otras sustancias pueden afectar la apariencia en el futuro, así como el estado físico y en la salud mental”, concluye el estudio como recomendación.