Viajé mucho cuando tenía 20, pero viajar sola es lo mejor ahora que tengo 30

Visité 30 países cuando tenía 20 años.

La mayor parte del tiempo viajé sola, persiguiendo fiestas por todo el mundo. El resultado fueron muchos días perdidos, dinero gastado y noches olvidadas.

Los amigos iban y venían y, en aquel momento, pensé que así era como se suponía que tenía que ser viajar. Pero cuando entré en la treintena, me di cuenta de que ya no era una chica de 21 años con la misión de salir de fiesta cinco noches a la semana.

Ahora, mi prioridad es explorar culturas diferentes, conocer gente nueva y aprender más sobre la historia local.

Viajar es mucho mejor así.

Mis prioridades empezaron a cambiar a mejor cuando entré en la treintena

Con el tiempo, mi idea de una lista de cosas que hacer antes de morir dejó de ser cuántos bares europeos podía tachar de mi lista. Ahora trato de ver cuántos lugares de interés locales e históricos puedo visitar durante un viaje sin dejar de tener tiempo para relajarme.

Algunos de mis días más preciados los he pasado navegando por las islas croatas con amigos, deambulando por las Highlands escocesas y conociendo las culturas a través de los ojos de los locales.

También empecé a salir a la calle y a participar en excursiones a pie en grupo y en actividades organizadas por albergues para conocer culturas y cocinas locales.

Al hacer cosas que realmente me gustaban, empecé a encontrar a otras personas con intereses similares. Y explorar un país desconocido es aún mejor cuando lo haces con amigos con los que te identificas.

También he aprendido a permitirme descansar. Cuando tenía 20 años, saltaba de albergue en albergue con una mochila y un plan para vivir al límite.

No importaba lo cansada que me sintiera, me decía a mí misma que tenía que seguir adelante. Desde entonces me he dado cuenta de que algunas de las mejores noches son las que paso en casa de buenos amigos.

Y ahora sé que no me pierdo nada si no voy deprisa en mis viajes.

También me doy cuenta de que ahora que soy mayor establezco vínculos más sólidos

Hace una década, iba dando tumbos entre países y amistades.

La gente que conocía en los albergues eran amigos con los que bebía; no teníamos necesidad de hablar de sentimientos ni de problemas de la vida real.

A mis 30 años, busco relaciones más profundas.

También soy más madura en mi manera de abordar las cosas. Las cenas y las charlas con café, en las que aprendo más sobre la gente en unas horas que en semanas, son mi nueva norma.

Claro que sigo yendo de vez en cuando a bares de albergues, pero cada vez son más las noches que termino charlando a las tantas de la madrugada con amigos con los que mantendré el contacto de por vida.

Estoy más segura de mí misma y me siento cómoda tomando mis propias decisiones

Con los 30 llega un torbellino de emociones e inseguridades, pero también un nuevo aprecio por la vida, las relaciones y la belleza de explorar nuevas ciudades para encontrar nuestro lugar en el mundo.

Ha llegado con una confianza que me ha permitido abrirme y compartir experiencias con gente nueva. Ahora tengo amigos en todo el mundo.

Ya no soy la chica tímida de veintipocos, incapaz de decir que no y de tomar decisiones difíciles. A mis 30 años, me digo a mí misma que tengo la sartén por el mango y que las probabilidades siempre están a mi favor.

Realmente, he encontrado mi felicidad viajera: un equilibrio entre libertad e independencia.

Andrea Gómez Bobillo

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